Un repaso por la historia de la industria petrolera nacional
La actividad petrolífera en Argentina lleva más de un siglo desarrollándose y evolucionando desde el hallazgo del primer yacimiento, el 13 de diciembre de 1907.
La fundación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) el 3 de junio de 1922, significó la puesta en marcha de la empresa más representativa de la soberanía nacional. También incorporó una pieza clave en el impulso de la actividad agroindustrial.
A lo largo de estos 100 años han sido las características de maduración y cantidad de los yacimientos que, aunadas al descubrimiento del reservorio de petróleo y gas no convencionales Vaca muerta, lograron posicionar a nuestro país entre los que tienen mayor cantidad de recursos hidrocarburíferos del planeta.
Con 27.000 millones de barriles de petróleo, Argentina se ubica detrás de Rusia (75.000 millones de barriles), Estados Unidos (58.000 millones de barriles) y China (32.000 millones de barriles). Además, es el segundo país del mundo con mayores reservas de shale gas.
La actividad petrolera es determinante para la balanza energética del país, actualmente en proceso de reversión del déficit sufrido en años anteriores. De acuerdo con la relevación de la Secretaría de Energía de la Nación existen 19 cuencas sedimentarias a lo largo y a lo ancho del país, que cuentan con una superficie de aproximadamente 1.750.000 km2 en total. Las de mayor importancia son la del Golfo San Jorge y la Neuquina, situadas al sur y al este del país.
Desafíos de la actividad petrolífera
El proceso de exploración, explotación y elaboración de subproductos del petróleo consta de dos fases: la primera, denominada upstream, que abarca desde el análisis geológico hasta la entrega a la refinería, y la segunda, de nombre downstream, que se refiere a la transformación del crudo en derivados como gasolina, kerosén, gasoil, gas natural o ceras.
Para el desarrollo de ambas etapas se requiere de un amplio y variado equipo de trabajadores, que dadas las características de su espacio de trabajo se encuentran expuestos a niveles peligrosos de temperatura, ruido, iluminación, gases o vibraciones. Las condiciones climáticas adversas en las que abundan altas presiones o temperaturas extremas y el aislamiento de los centros urbanos suponen un desafío extra para la empresa que realiza la explotación.
Independientemente del apego a normativas en curso, la cultura de seguridad debe ser un objetivo central para reducir los niveles de accidentabilidad. Para esto las empresas deberán ejecutar un minucioso protocolo en el que se detallen prácticas, roles y responsabilidades, asegurándose de que cada miembro del equipo lo cumpla y lo haga cumplir.
Prácticas que hacen la diferencia
Todo el proceso productivo debe ser atravesado por buenas prácticas. En términos generales podemos enumerar algunas recomendaciones para evitar riesgos durante la jornada laboral:
- Mantener el orden y la limpieza en los lugares de trabajo
- No realizar tareas de mantenimiento sin contar con la capacitación y autorización correspondientes.
- No transportar personas en maquinarias que no estén diseñadas para esa finalidad.
- Asegurar la perfecta conservación de los EPP y equipos de seguridad.
- No utilizar prendas holgadas o con partes sueltas que puedan ser atrapadas por máquinas.
- No realizar las tareas sin las herramientas o los EPP apropiados.
- Realizar capacitaciones a los trabajadores sobre los riesgos de cada tarea.
- Mantener las áreas de circulación y salidas de emergencias libres de obstáculos.
Un factor primordial a considerar dentro de las buenas prácticas tiene que ver con el mantenimiento adecuado de unidades y maquinarias. Su correcto uso prolonga la vida útil de los artefactos y minimiza los riesgos para el personal. A tener en cuenta:
- Emplear únicamente equipamiento que cumpla con las reglamentaciones electromecánicas.
- Usar máquinas y herramientas que cuenten con la protección adecuada.
- Limitar el uso de instalaciones y elementos a las tareas establecidas exclusivamente.
- Verificar las condiciones técnicas de los equipos a fines de detectar anomalías.
- El mantenimiento o reparación deberá realizarlo personal calificado, manteniendo su función y diseño.
La importancia del instrumental de medición y control en la seguridad
La seguridad es un componente determinante en el proceso productivo. Una correcta implementación de seguridad e higiene en las prácticas corporativas redunda en una mayor eficiencia, productividad y competitividad, evita inconvenientes legales o multas y protege la salud de los trabajadores.
De acuerdo con el informe de la Organización Internacional de trabajo, anualmente se producen 120 millones de accidentes dentro del entorno laboral. El 80% de ellos se origina por una evaluación incorrecta de los peligros, por lo que reconocer y controlar los elementos potencialmente riesgosos es crucial en la prevención de accidentes.
Para este fin existen instrumentos de medición de fenómenos potencialmente dañinos, como detectores de gases, decibelímetros, monitores térmicos y analizadores de vibraciones. El empleo regular de estos dispositivos permite operar dentro de los estándares de exposición a riesgos laborales permitidos por los organismos de control. En la actualidad la industria petrolera cuenta con avanzados instrumentos que facilitan registrar con precisión los riesgos para continuar desarrollando su negocio de manera cada vez más segura.
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